Viejo, mi querido viejo.

Cuando lo conocí ya el veía gris, en el pueblo le llamaban Luis; mencionó que le gustaban las montañas y los Caballos, pero por su edad ya no podía disfrutar igual.

Que sonrisa mostró cuando mencionó los caballos; por segundos hizo que no mirara sus cabellos blancos y también que evitara su gran joroba.

Así fui integrando la idea de que sus latidos quizás sean más lentos, por lo que limitaba también su deseo de caminar. También apunte que prefiere fumar un cigarrillo a lo lejos, a que le restrieguen que sus pliegues compiten con sus arrugas por colonizar su piel.

Pobre Luis, así ya mira sus vecinos, que le quitan el sillón del jardín, le dicen que riegue el jazmín, para ver si le regala fuerzas.

Muchas veces se le quema el café, porque simplemente olvido que le puso a colar. Ya luis no quiere comprar la leche porque no puede levantar el cilindro.

Se siente solo y le da miedo planchar las camisas; comenta que teme al cortocircuito, que ya usará las camisas blanca.

Se siente aislado, su nieto solo tiene tiempo para sus amigos de la uni y el ya le da vergüenza para preguntar quien ganó el juego de ayer.

Ya Luis no pide un turno en el banco, no comprende los sistemas y tiene miedo de la tecnología. La pasa bien mirando las fotos de cuando toda la familia estaba y su aspecto era más joven.

Tiene un temor intenso a caminar las aceras y caminos vecinales, dice que son deformes y como no los ve bien se puede caer.

Me hiere todo lo que veo en Luis, porque a pesar de que lo veo como un adulto mayor, todo este tiempo hablando con él y aún no recuerda ( por el Alzheimer ) que soy su nieto.

Y así pasan los días viendo como sus actividades disminuyen y me puse la meta de cuidarlo cada día más y más; tanto así que ya hasta a los vecinos cercanos los voy involucrando en el plan.