El Sabio, el Escudero y la Avidez de un Líder.

Cuenta una leyenda que había una vez un joven Escudero al servicio de un gran Caballero. Durante toda su vida, el Escudero ambicionaba en convertirse algún día en caballero. Con los años, el Caballero entrenó al escudero en las técnicas de la batalla y el uso del armamento. Al ser joven, el Escudero se mostraba impaciente y siempre le preguntaba a su mentor si ya estaba listo para convertirse en caballero. Cansado de reiteradas preguntas, el Caballero ordenó al joven Escudero visitar a un anciano Sabio que en otra época había sido el más valeroso caballero, para que éste le respondiera a sus inquietudes.

Después de un largo y dificultoso viaje, el joven Escudero halló al Sabio.

- Me ha enviado mi señor en busca de sus consejo. Él me ha dicho que usted puede decidir si tengo los requisitos para convertirme en caballero.

El Sabio permaneció en silencio, pero le hizo señas al muchacho para que los siguiera hasta la orilla de un gran lago de montaña. Sin emitir sonido, se embarcaron en un pequeño bote hasta llegar al centro del mismo de la masa de agua.

- Sumérgete en el agua- le ordenó el misterioso Sabio al Escudero.

- ¿Qué me zambulla?- preguntó el joven

El Sabio solo asintió con la cabeza. El Escudero saltó del bote al agua glacial del lago. Sin embargo, antes de que el muchacho pudiera salir a la superficie, el Sabio se inclinó hacia el agua y le sujetó la cabeza, impidiéndole emerger.

El Escudero pataleaba con furia y se aferraba al firme brazo del Sabio, pero sus esfuerzos resultaban en vano. Los segundos se volvieron minutos y, al final, las fuerzas lo abandonaron.

En ese instante, el Sabio tomó al joven y lo ayudó a subir al bote.

El Escudero, furioso, asustado, exhausto, sin aire en los pulmones, levantó la mirada para hacer frente al Sabio.

- ¿Por qué intentaba matarme?

- No intentaba matarte. De haberlo hecho, lo habría conseguido.

-¿Qué hacía, entonces?- le preguntó el Escudero, incrédulo.

- Te estaba transmitiendo una enseñanza.

- ¡Vaya lección! ¿Qué se supone que debía aprender? ¿Qué usted no es otra cosa que un viejo demente?

-Pues sí, eso y más - el Sabio asintió con serenidad- Permíteme que te haga una

pregunta. Mientras te retenía debajo del agua, ¿Qué pasaba por tu mente?

El Escudero pensó por un momento, con la ira ya más apaciguada.

- "Aire", pensaba "Aire". Debo respirar o moriré. Eso es lo que pensaba.

- Ahí tienes, joven muchacho. Cuando quieras volverte un caballero con tantas ansias como deseabas el aire, te convertirás en uno.*

*Esta historia puede encontrarla en el libro "Lanzando una revolución de Liderazgo. El dominio de los cinco niveles de influencia." Chris Brady y Orrin Woodward.