Mar Lucía y el tiempo que nos queda...
- Lily Wonder
- 18 sept 2017
- 5 Min. de lectura

Mar Lucía no me conoce, pero yo la ADMIRO.
Mar Lucía ME REGALA, SONRISAS, ESPERANZAS y FE, pero aún no me conoce.
Mar Lucía y yo tenemos el "Lucía" de segundo nombre y ahora más que siempre por ella me gusta mas .
Mar Lucía TRANSFORMA VIDAS con su sola existencia.
Pero como les dije, aún ella no me conoce, así es que prefiero que sea su papá que hable del super poder del amor que transforma que posee MAR LUCÍA.
"EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

La madrugada del 30 de abril de 2014 fue muy parecida a la de los cuatro meses anteriores: contábamos y anotábamos en una libreta -que aún conservamos- el tiempo que transcurría entre cada contracción. Ese día, sin embargo, fue diferente… había llegado el momento, ya venía finalmente Mar Lucía -hoy la archiconocida Marecita.El parto no fue sino hasta minutos antes de las cinco de la tarde. Todo cambió. El icónico llanto de los bebés al nacer estuvo ausente, los rostros y la prisa de los doctores al ver que algo no iba como es usual quedaron grabados en mi cámara, pero sobre todo en mi memoria. De ahí en adelante todo fue duda, nada estaba claro, todo era una probabilidad y todo estaba pendiente de analizar. Lo inexplicable era una realidad. Seis días después salíamos de la clínica bajo el mismo manto de duda con el que nos acostamos aquel 30 de abril. Más de cuarenta exámenes y pruebas se llevaron cabo durante todo un año en búsqueda de una respuesta, tiempo durante el cual las preocupaciones fueron de todo tipo. Tuvimos “diagnósticos” de tumores, condiciones degenerativas, predicciones de tiempo limitado de vida y hasta la respuesta de que era simple prematurez. Sólo luego de cerca de 365 días de incertidumbre, de no poder responder a los demás -ni a nosotros mismos- lo que pasaba, tuvimos un diagnóstico: Síndrome de Costello, sin base genética previa para ello y sólo cerca de 500 casos registrados dentro de los 7,000 millones de habitantes de este planeta. Vaya usted a ver… como dicen por ahí, ni en mil vidas me lo hubiese imaginado!!!

Esta es una historia muy larga contada bien corta; pero ¿por qué la traigo a colación? Durante ese primer año -y reconozco que hasta hoy en día- me he mortificado por un millón de cosas sobre el futuro: ¿vivirá? ¿comerá? ¿caminará? ¿hablará? ¿nos reconocerá? ¿irá al colegio? ¿saldrá adelante? ¿será feliz? y un largo etc. Miraba constantemente hacia el futuro con una inmensa preocupación, sin saber que con ello cometía dos grandes errores; por un lado, jugaba a saber qué tiempo nos queda y, sobre todo, ingenuamente me “aseguraba” que estaría en esos momentos para vivirlo; y, por el otro, dejaba de vivir y disfrutar -e incluso sufrir- el presente. El intenso presente.
Esta reflexión va sobre lo segundo. Es decir, no va sobre esa capacidad que tenemos todos de creernos inmortales y concentrarnos muchas veces en preocupaciones sobre lo que tendremos o vendrá en el futuro, sin saber realmente si llegaremos a estar allí, desperdiciando, de paso, la dicha de vivir el presente. No, de eso no va. Eso lo sabemos. Esta reflexión va de algo mucho más cercano y común, y quizá por ello más complicado. Va de aprovechar el tiempo que nos queda en cada cosa, por minúscula que sea, no porque no sabemos si viviremos más allá, sino porque es la esencia de disfrutar y valorar lo que hacemos.

Esta reflexión va sobre la necesidad de aprovechar el tiempo que nos queda en todo lo que hacemos, todo lo que vivimos. Pasado el tiempo me he dado cuenta que he desperdiciado muchas sonrisas -y llantos- de Mar, intentos de gatear, gorjear o comer. Hoy que con señas le estamos enseñando a decir te quiero, veo cómo he perdido tiempo en otras cosas. Tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda para hacer las cosas, disfrutarlas y vivirlas: ¿por qué no terminas ese libro? o ¿por qué no escribes ese libro? ¿por qué no perdonas a esa persona? ¿por qué no comienzas a hacer lo que siempre has soñado? ¿por qué no hacer esa llamada? ¿por qué no llorar? ¿por qué no celebrar? ¿por qué no aprovechar este tiempo y decir lo que siempre has pensando? ¿te has preguntado qué tiempo te queda con la persona que tienes al lado para hablar con ella? o ¿qué tiempo te queda para disfrutar los pros y contras de tus decisiones, para construir y para dejar algo mejor este mundo? ¿qué sentido tiene vivir por vivir, levantarte, hacer lo mismo, ver a todos igual, esperar lo mismo siempre? ¿qué sentido tiene querer ver el mundo a través de lo que piensan los otros y no de ti mismo? ¿por qué sólo gastar fuerzas en analizar por qué pasó y no en qué corresponde hacer para enfrentarlo? ¿qué tiempo realmente nos queda?
Marecita -mis disculpas porque ya siempre escribo de ella y a partir de ella- me ha transformado. No dejaré de ser el ser imperfecto de siempre, pero sin dudas me ha enseñado a cambiar el prisma con el que miro y analizo la vida, sobre todo a dedicar tiempo del que me queda para valorar las diferencias y los retos que nos tocan.
El tiempo que nos queda -para cualquier cosa- hay que aprovecharlo. En 2017 todos tendremos listas renovadas, pero no nos preocupemos tanto por “cambiar el carro”, “comprar aquello” o “ir a tal sitio”, si no vamos a cambiar y vivir plenamente. En 2017 ayude a alguien, pero sobre todo ayúdese usted mismo a disfrutar el trayecto. No sabemos el tiempo que nos queda para decir te quiero, me gustas, lo siento, de acuerdo, no quiero o quiero, adelante, sí o no; no sabemos qué tiempo nos queda para preguntar ¿quieres? ¿puedo? ¿cómo? ¿hasta cuándo? ¿con quién? ¿cuántos? o ¿por qué no?. Entonces, mejor hacerlo ya y vivirlo. Ah!!! algo importante, nada de esto aplica para el mal; el tiempo que nos queda no está para odiar, envidiar, maltratar, afectar, denigrar, discriminar… Lo que viene está para construir.

El tiempo que nos queda es cada segundo que vivimos y cada cosa que hacemos. Si lo hacemos mal desperdiciamos tiempo que no volverá y dejamos de construir una vida verdadera. Esta reflexión, como cada año, es un simple llamado a la introspección. Con el paso del tiempo los post anteriores me han permitido conocer personas, realidades, sueños y desgracias. En la medida que eso sucede, me siento más afortunado, más humano; sobre todo, siento mayor certeza de que somos muchos los mortales que tiramos este carro con ilusión y determinación.
Al ver todo lo que he escrito antes -y si usted ha llegado hasta aquí- me doy cuenta de que les estoy quitando “tiempo del que les queda” para cualquier otra cosa.
Quede mucho o poco tiempo, nos queda algo, es lo importante. "
Omar Victoria Contreras
Comments